El coronavirus está comenzando a cambiar la fisonomía del ciclismo, quizás la especialidad deportiva donde el contacto entre el espectador y el público se experimenta con más intensidad y se convierte prácticamente en una religión. Sin público, no hay espectáculo y las montañas vacías se convierten en la antítesis de este deporte. De lunes a domingo, fecha de finalización de la carrera, París-Niza se llevará a cabo a puerta cerrada de acuerdo con la nueva medida del gobierno francés que prohíbe la concentración de más de mil personas en espacios abiertos para evitar la propagación de virus y que también motivó a la Liga de Campeones PSG-Dortmund a pararse con gradas vacías.
Esta segunda etapa se juega el lunes, entre las ciudades de Cherreuse y Chalette Loing y, a diferencia del horario del domingo, no habrá audiencia a menos de 300 metros de la línea de meta: solo señales visualización y publicidad publicitaria. En la salida, la restricción afecta a los 100 metros más cercanos al punto de partida. En el deporte, la prueba en sí puede ser desafiada sin mayores alteraciones.
La demanda
“Pedimos al público que respete estas regulaciones contrarias a la tradición ciclista”, preguntó la organización París-Niza, que es lo mismo que el Tour, en un comunicado de prensa. París-Niza ya comenzó el domingo sin la participación de cinco de los grandes equipos, incluido Movistar, que han decidido no exponer a sus corredores al riesgo de coronavirus por el momento.
El lema de puertas cerradas llegó al ciclismo, que vio la semana pasada que las carreras icónicas se cancelaron con el Milan-San Remo, que no había sucedido desde la Segunda Guerra Mundial. Los equipos que no asistieron a la llamada “Carrera del Sol”, el coronavirus, decidieron reanudar la competencia el 23 en Calella participando en la Volta.