Michael Robinson Era un conversador incansable. Un narrador fascinante. Una primera espada con un espíritu corto y conciso. También un gigante en comunicación audiovisual. Y un tipo extremadamente afable.
Sin embargo, Robinson tenía innumerables amigos e incluso más seguidores. Todos lo alabaron el día de su muerte. Ya lo hizo, cosa extraña, cuando vivía en este mundo. Las condolencias con entusiasmo abundaban y los elogios como comunicador no se quedaban atrás. Han pasado treinta años desde Alfredo Relano Me di cuenta de que este ex jugador de fútbol español inglés aún en construcción podría aportar algo nuevo a la televisión deportiva. “Tenía un instinto para los sensacionales medios de televisión”, dijo ayer.
Su aparición con “The Day After” y sus shows con Carlos Martínez marcaron a más de una generación de fanáticos del fútbol. Sin embargo, Martínez pensó este martes más en la buena compañía que le ha brindado todos estos años y en particular desde que le diagnosticaron cáncer de melanoma metastásico. “Se las arregló para pasar 18 meses volando, haciéndonos reír”, escribió en “El País”.
Julio Maldonado, Otro compañero cansado con Monica CaminarInfluyó en su talento para la televisión. “Robinson fue un innovador, inimitable, un gran comunicador”. Y fue “retirado de la basura”, como señaló Santi Claro en el preámbulo del premio de comunicación Vázquez Montalbán que le fue otorgado en 2017.
Ojo clarividente
Ese día, durante la presentación del premio al Auditori del FC Barcelona de 1999, ofreció un discurso abrumador sin papel, que fue más allá de los contornos de la mirada deportiva y que cautivó a los presentes. “Me dijeron que tenía que hablar y salí durante cinco minutos a fumar un cigarrillo para pensar en lo que iba a decir”, explicó meses después. El británico demostró que no solo conocía el fútbol, sino también la vida. Tenía un buen ojo para lo que estaba sucediendo en el patio de recreo, pero también una aguda conciencia política y social.
Poli Esquina, quien compartió fútbol y radio con él, encontró un resumen de su valor comunicativo. “No estaba tratando de inculcar un dogma de fe, no quería vender su verdad. Su acento peculiar y su forma simple de comentar estaban relacionados con las personas”.
Robinson quería acercarse a la muerte cerca del mar y se fue a vivir a Marbella. El día triste llegó el martes y las condolencias formaron un tsunami. “Gracias a todas las personas en España que nos están sacando de este inmenso dolor en este momento”, dijo Liam, uno de sus dos hijos, a la red Ser.