Purujosa es una de las ciudades más inusuales de Aragón. Está al otro lado de Moncayo, colgado en una pendiente rocosa como el nido de un águila. Tiene 38 habitantes, aunque en invierno solo viven el director de la posada, el alcalde y un sacerdote ermitaño. Eduardo Viñuales señala en el libro Pueblos con Encanto de Aragón que “otra singularidad es el semáforo ubicado en una calle larga y estrecha por donde no pasan dos autos, por eso fue parte del libro Guinness porque es la ciudad más pequeña del mundo con semáforos “.
Fue aquí, a una altitud de 974 metros, donde comenzó la segunda excursión organizada por Montañeros de Aragón después del parto. Si bien la ruta normal de la vertiente norte de Moncayo es un territorio suave y gentil, la cara sur es un terreno de piedra caliza seco y accidentado, lleno de barrancos, paredes, huecos y molares sobre vegetación seca. El club aragonés debe ir en autobús a Purujosa. Pero los fanáticos son reacios, todavía tienen la tragedia cruda y están esperando que pasen los días para unirse a las actividades.
La salida habitual de Zaragoza fue en el museo Pablo Serrano. Trece excursionistas comenzaron a caminar, once restantes cuando dos de ellos se perdieron en el camino. A pesar de la proximidad a Zaragoza, la duración del viaje es casi la misma que si estuvieras yendo al Valle de Tena o Jacetania. Esto se debe a la sinuosa carretera, ya que se toma desde la autopista de Madrid a la salida de Morés d’El Frasno.
El camino de Purujosa a Cueva de los Pilares es especial y exigente entre senderos y desierto, por lo que es mejor estar acompañado por alguien que conozca la ruta. De lo contrario, la forma más fácil es perderse. Los nueve excursionistas fueron acompañados por dos monitores. Al principio del grupo se colocó Andrés y al final Manuel. Los dos recibieron un GPS para seguir la ruta. El recorrido en forma de 8 tuvo una caída de 780 metros y se pudo completar cómodamente en seis horas.
Grupo bronceado El grupo no era un principiante y se curtió en mil batallas, destacando a la veterana María Piedad, que ya se inscribió en excursiones a varios clubes y que entretuvo la mañana con su humor astuto. La caminata a la Cueva de los Pilares fue una escalada por etapas. En ningún momento es visible el gigante Moncayo. La primera de las pistas es una subida fría por las calles de Purujosa. Luego cruzas el barranco de la Virgen y un desvío a la derecha nos lleva a una difícil subida a través del bosque hacia una pista. Después de abandonar la pista y cruzarla, comienza un ascenso entre lavanda, tomillo y romero hasta Cerro Gordo (1,441 metros). Desde aquí se puede ver la pared molar donde se ubican las Cuevas de la Pilares (1,546 metros). Hay una pendiente final para llegar a la meta, como una catedral con sus cúpulas y pilares.
Después de disfrutar de esta maravilla natural, los excursionistas bajan a comer a un refugio forestal. Luego, solo tienen una hora de caminata en el barranco de Cuartún donde visitan la cueva utilizada por los pastores. Es en la última sección donde el grupo acelera. Esto es lo que María Piedad llama el síndrome estable. Los excursionistas esperan para empaparse en Isuela.